Sieranevada
(Sieranevada, Rumania, 2016, DCP, 173’, AM16)
Dirección: Cristi Puiu. Con Mimi Branescu, Judith State.
Tres días después del atentado contra Charlie Hebdo y cuarenta días después de la muerte de su padre, Lary –40 años, médico– va a pasar el sábado con su familia, reunida en memoria del difunto. El evento, sin embargo, no se desarrolla como estaba previsto. Obligado a afrontar sus miedos y su pasado y forzado a reconsiderar el lugar que ocupa dentro de la familia, Lary tendrá que decir su verdad.
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“Filmado casi en su totalidad en un estrechísimo departamento de Bucarest, en planos secuencia tan prolongados que llega un momento en el cual el espectador se olvida por completo de cuándo advirtió por última vez un corte de montaje, Sieranevada por momentos viene a recordar el famoso gag del camarote de los hermanos Marx: ¿cuántos más personajes son capaces de entrar en ese reducido espacio?
Sucede que allí tendrá lugar una ceremonia religiosa en recuerdo del dueño de casa, fallecido poco tiempo atrás. Toda la familia está citada por la viuda del difunto, que espera –como a Godot, de tanto que tarda– la llegada de un sacerdote ortodoxo encargado de oficiar una misa y bendecir los recuerdos del muerto. Pero el arribo incesante de hijos, yernos, cuñados y todo tipo de parientes no hace sino convertir esa casa en un pequeño infierno, pleno de discusiones de todo tipo, de las más banales a las más ríspidas, que van desde las teorías conspirativas acerca del 11 de septiembre hasta el pasado reciente bajo el régimen comunista de Nicolae Ceausescu, que una aguerrida abuela, por caso, defiende con uñas y dientes. Es la Historia reciente con mayúsculas la que Cristi Puiu pone en escena a través de las pequeñas historias personales de cada uno de sus personajes. En ese espacio minúsculo, Puiu se las ingenia para dar cuenta también de unas cuantas instituciones: la religión, la familia, el ejército. Y todo esto con una cuota de humor que parece deberle tanto al teatro del absurdo de Ionesco (un rumano a quienes los cineastas de su país parecen deberle más de lo que le reconocen) como a El discreto encanto de la burguesía, de Buñuel, en tanto todos están famélicos frente al banquete dispuesto sobre la mesa familiar, pero que no puede tocarse mientras no sea bendecido por ese sacerdote que nunca termina de llegar”.
Luciano Monteagudo – Página12