Los árboles
(Los árboles, Argentina, 2017, DCP, 61’, ATP)
Documental dirigido por Mariano Luque
Macias tuvo 17 hijos y forestó un bosque en una montaña. Tal como él había deseado, sus restos fueron enterrados bajo las raíces de un cedro joven, de modo que cuando éste creciera, sus raíces abrazaran la urna con cenizas. Esta película retrata y acompaña a sus hijos más jóvenes en sus visitas al pequeño árbol.
2017: Película de Clausura – Doc Buenos Aires
2018: Cinéma du Réel 2018 – International Competition of First Films
“Hasta éste, todos los films de Mariano Luque eran ficciones; un hermoso cortometraje llamado Así me duermo era la excepción, el cual tenía algo de ensayo poético y establece una relación sensible y topológica con Los árboles, el primer documental de Luque, donde el joven realizador se detiene a filmar lo imposible: alguien que ya no existe. El ausente en cuestión es su abuelo, un hombre que murió a los 90 años, tuvo 17 hijos (el más viejo de 70 y la más joven de 14) y poseía un campo cercano al cerro Pan de Azúcar en Cosquín, donde cuidaba la diversidad de las especies y protegía un bosque al que llamó “El silencio”. Como los fantasmas no existen, el joven Luque no tiene otra opción que trabajar sobre los vestigios que dejó Macias: un ecosistema vinculado a él y una cantidad de descendientes que Luque conoció tardíamente. Macias es un misterio, para él y para el film, pero a medida que el retrato familiar avanza se puede adivinar la perpetuación discreta e indirecta de sus inquietudes, sobre todo en una de sus hijas mayores, cuya pintura y obra plástica parecen constituir una evolución estética del placer y la misión que Macias había presentido en el cuidado del bosque. Lo mismo podría decirse de Luque, un cineasta delicado que también florece sin prepotencia en el complejo ecosistema del cine. Biológicamente no ha garantizado aún la continuación de sus genes, pero ya cuenta con varias criaturas cinematográficas dignas de atención. Por otra parte, el bosque de su abuelo tiene ahora una existencia cinematográfica”. (Roger Koza, Con los ojos abiertos)