La flor – Parte 1

Estreno Especial

La flor – Parte 1

Parte 1: 224’ (214’divididos en dos actos) + 1 intérvalo de 10’. Tiempo total: 3 horas, 44 minutos.
Dirección: Mariano Llinás. Con Elisa Carricajo, Valeria Correa, Pilar Gamboa, Laura Paredes.

La flor
por Mariano Llinás

Si la historia del cine se basara, como las mitologías antiguas, en leyendas y en fábulas, entonces ninguna podría prescindir del final de Stromboli, terra di Dio, el film que Roberto Rossellini presentó en el festival de Cannes en 1950. El argumento, la mera anécdota, no tenía nada demasiado particular, y podía incluso confundirse con tantos films neorrealistas que habían empezado a proliferar como hongos en los festivales del mundo: una mujer, huyendo de la guerra, encerrada en un campo de refugiados, acepta casarse con un joven italiano, y mudarse con él a su pueblo, ubicado en una isla miserable al sur del mar Tirreno. La mujer es bella, culta, sensible; el muchacho se desvive por ella, pero no deja de ser tosco, ignorante y brutal. La isla es árida e inhóspita y un volcán en permanente actividad gobierna las vidas de los habitantes como un Dios malvado. La mujer rápidamente descubre que esa isla habrá de ser para ella una cárcel, y el film da cuenta de ese progresivo encierro a cielo abierto. Sobre el final, la mujer decide huir y ascender, casi como un acto místico, al volcán en erupción. La imagen final es de la mujer, ya casi una santa, contemplando el paisaje desmesurado y terrible. ¿Por qué decimos que ese final es imprescindible, entonces? Pues porque esa mujer, esa mujer que enfrenta a la muerte y se deslumbra con la belleza casi espeluznante de esa tierra arrasada es Ingrid Bergman, la actriz más importante del mundo, la misma que unos años atrás había deslumbrado a Alfred Hitchcock y a Humphrey Bogart, y que se había paseado con la estatura de una reina por los palacios del mundo. La misma que meses antes de ser esa campesina anónima había sido Juana de Arco. Esa era la persona que subía la ladera del volcán en erupción, que se entregaba al volcán en erupción casi como una ofrenda, y el que la esperaba del otro lado no era ni Hitchcock ni Bogart sino Rossellini, el más moderno de los directores, el gran renovador del cine, el mismo que, después de años de interiores mentirosos dio vuelta las cámaras y las obligó a mirar hacia el mundo. Ésa era la ceremonia que se celebraba en esa imagen final. La princesa que abandonaba todo, que se despedía del brillo y la gloria, para correr casi descalza por una tierra reseca y gredosa y sumergirse en los vapores sulfúricos, hasta los brazos de un hombre malhumorado y hosco, pero que sabía mirar las cosas, y extraer de ellas la poesía y la verdad. Y entonces, ¿hubiera sido igual el final si la actriz hubiera sido otra? ¿Si junto con ella no estuvieran subiendo el mismo volcán redentor la Isla de Casablanca y la Alicia de Notorious? La filmación de Stromboli constituye la primera vez en que la carrera previa de un actor convierte una escena de ficción en otra cosa. Por primera vez, la mujer que sube al volcán no hace de reina, sino que es una reina. No hace de Juana de Arco: es Juana de Arco.
El objetivo del proyecto titulado La flor es parecido al de Stromboli, pero con un añadido. El film no pretende utilizar la experiencia previa de una actriz para dotar de una emoción particular una serie de imágenes: La flor aspira a construir, a constituir dicha experiencia. Que esa experiencia sea el film; que los espectadores puedan ver la carrera de una serie de actrices sucederse ante sus ojos, como parte de un mismo film. Que una película sea una serie de películas, que sea una época en la vida de cuatro personas, y que el cine sea capaz de dar cuenta del paso de ese tiempo, de ese aprendizaje y de ese proceso. Que entre las distintas invenciones, y fantasías que los avatares del proyecto vayan jalonando logre adivinarse el verdadero rostro de cuatro chicas, brillando deslumbrante a través de la bruma de la ficción.

Sinopsis
La flor es un complejo narrativo integrado por seis narraciones independientes y sucesivas (organizadas en tres partes, tres películas). El punto de unión entre ellas es que en cada una de dichas historias actúan las mismas cuatro actrices: Pilar Gamboa, Elisa Carricajo, Laura Paredes y Valeria Correa. El universo de dichas ficciones es radicalmente diferente de un episodio al otro; se busca esa diferencia extrema. Asimismo, los personajes que las cuatro actrices representan en cada uno de dichos relatos aspiran a la misma variedad. Pilar Gamboa puede ser una hechicera en el primero, una cantante pop en el segundo, una espía muda en el tercero, la misma Pilar Gamboa en el cuarto, ser apenas un personaje secundario, casi invisible en el quinto y reaparecer como una cautiva escapada de los toldos en la pampa brava del siglo XIX en el sexto. Lo mismo con las demás. Cada una habrá de saltar de un universo ficcional al otro, como en un baile de máscaras. El objetivo es doble: por un lado convertir a las actrices en máquinas de narrar; depositar en su cuerpo la obligación y la responsabilidad de dar cuenta de dichas ficciones, y provocar en nosotros, como gorgonas crueles, aquella willing suspension of disbelief que tanto desvelaba a Coleridge. Pero además, que el salto de una ficción a otra nos revele, a la larga, los verdaderos rostros de esas mujeres.
Así como Manet descubría a su modelo disfrazándola de torero aquí, o desnudándola entre la hierba allá, y esos sucesivos disfraces la revelaban, así La flor aspira a operar con sus chicas. Que las distintas vicisitudes que atraviesen y que las distintas imágenes que pueblen constituya, finalmente, sus cuatro retratos.

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ENTRADA GENERAL y ABONOS
Entrada general de jueves a domingo (para cada parte): $ 95.-
Abono para jueves a domingo (las tres partes): $ 200.-
Entrada general de lunes a miércoles (para cada parte): $ 60.-
Abono para lunes a miércoles (las tres partes): $ 150.-

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