Hace 20 años se concretaba finalmente en nuestra ciudad un ambicioso sueño, la inauguración de un Cineclub Municipal ubicado en el corazón de la ciudad y con una infraestructura envidiable. El fundador e histórico director del Cineclub, Daniel Salzano, junto a un equipo de soñadores estuvieron a cargo de pensar y llevar adelante este proyecto gracias a la Municipalidad de la ciudad de Córdoba. El histórico inmueble de la Sociedad de Socorros Mutuos “Unione e Fratellanza” que data del año 1874 fue remodelado para albergar una sala mayor con capacidad para 200 butacas y dotada de la tecnología necesaria para proyectar en óptimas condiciones, un minicine, una biblioteca, un patio, un auditorio, oficinas y un bar. En el año 2002 nace la “Asociación de Amigos del Cineclub Municipal” cuyos objetivos fueron y continúan siendo fomentar, gestionar e intervenir en toda clase de iniciativas, obras y emprendimientos de carácter cultural, artístico y educacional, promoviendo el desarrollo y el cumplimiento de la misión y visión del Cineclub.
A lo largo de estos primeros 20 años el Cineclub Municipal Hugo del Carril ha cambiado muchas cosas: su fisonomía, su aspecto, su organización…pero hay algo que se ha mantenido intacto: su pasión. Miles de películas han alumbrado los rostros de nuestres espectadores en la sala mágica y oscura de manera interrumpida. También nuestra casa ha albergado funciones especiales, visitas de directores, talleres y seminarios, espectáculos de música, danza y teatro un centenar de anécdotas que guardamos en nuestro corazón.
El Cineclub es un lugar de encuentros, de reuniones, homenajes y agasajos. Más que eso, incluso: un lugar de idilios y romances, una cuna de emociones y de anécdotas. ¡E incluso más! Es un hogar. Un hogar para quienes necesitan la salvación de la compañía de otres, de carne y hueso, pero también de luz y celuloide. Para quienes necesitan el abrazo reconfortante de otras historias, de otros paisajes, de otras vidas, para hacer de las vicisitudes de la vida algo más llevadero, o para llevar, por qué no, al éxtasis las alegrías.
También ha sido en estos 20 años el hogar de quienes lo han amado y ya no están con nosotros, pero cuyos fantasmas, los sentimos, aún se sientan en la sala cuando hay butacas disponibles. Empezando por Daniel, el visionario, cuyo sueño revive cada vez que se abren las enormes puertas de madera que dan al Boulevard, y cuyo humor y legado todavía nos sorprenden en los detalles, en los rincones. Pero también es la casa de Olguita, de Mario, Goyita, Guillermo, Juan Carlos, que en las noches poco transitadas se apropian de las funciones de las películas que ya vieron cientos de veces y de las que no llegaron a ver. Y por supuesto de nuestro María, el “Pocho”, quien durante décadas tuvo en su bolsillo el manojo de llaves que ponía en marcha estas ilusiones, cuya sombra aún custodia nuestro hall.
Hoy, al pausar para pensar nuestra historia, también nos embarga la sensación del deber cumplido, del suceso casi milagroso (un milagro hecho del esfuerzo y el sudor de todas las personas que día tras día trabajan hasta el cansancio en nuestros pasillos) de haber podido permanecer tantos años abriendo de lunes a lunes para propiciar en nuestra casa nuestra última misión: el encuentro. De las películas con su público, de las historias con los ojos y oídos ávidos de verlas y escucharlas, pero también de las personas entre sí. Encerrades en la oscuridad con conocides y desconocides con quienes convivimos y nos emocionamos en una vivencia común y profunda. Sabiendo que el cine no sólo es colectivo en su realización, sino también en su recepción. Que las películas nos unen, nos transforman, nos alientan, nos cuestionan. Y que a la salida, al volver a pisar la calle, quizás el mundo ya no será para nosotros el mismo que cuando entramos.
Un 30 de marzo de 2001 abría por primera vez sus puertas este anhelo, destinado a perdurar, como Daniel profetizaba. 20 años atrás se encendía por primera vez esta máquina de sueños, que aún hoy nos regala el privilegio de ser testigos cada día de momentos inolvidables en la vida de quienes pasan por nuestra casa.
Y por todo esto: gracias. ¡Por 20 años más de alegrías!
¡Dime que me amas, Cineclub!
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